El pH, acrónimo de Potencial de Hidrógeno (es decir, la presencia de iones positivos o cationes), es el índice que indica la acidez, alcalinidad o neutralidad de cualquier solución líquida en la que el disolvente sea el agua, lo que equivale a decir “acuosa”. La escala que lo mide varía entre 0 y 14, siendo el punto neutro el 7. Si el valor de pH es igual a 7, la solución es neutra; si es menor de 7, es ácido; si es mayor que este valor, es básico o alcalino.
Sin embargo, el simple hecho de aumentar o disminuir una unidad en la escala no significa que la solución sea solo una vez más alcalina o ácida. El pH se mide según una escala logarítmica, es decir, la disminución o aumento de una unidad siempre se multiplica por diez por cada unidad. Por ejemplo, un pH de 5 es diez veces más ácido que un pH de 6 y cien veces más ácido que un pH de 7.
En cuanto a los métodos de medición, aunque en un contexto industrial es común el uso de dispositivos altamente sofisticados que brindan lecturas electrónicas, la forma más común es el uso de indicadores ácido-base, es decir, sustancias que cambian de color para indicar el resultado.
Entre los más utilizados se encuentra la fenolftaleína, que se vuelve incolora cuando se adiciona en medio ácido y rosa en medio alcalino, luego de lo cual basta comparar el tono con una escala con diferentes colores para obtener el resultado; otro es el papel tornasol (una mezcla de varios pigmentos orgánicos extraídos de los líquenes), que se vuelve rojo en presencia de ácidos y azul en presencia de bases.
También es posible la obtención de valores de pH a partir de elementos naturales. La aparición espontánea de especies de plantas en el suelo es un buen indicador de su acidez o alcalinidad, ya que estas mismas especies solo se desarrollan en determinadas condiciones. Otro buen ejemplo que nos proporciona la botánica es el de la hortensia, que cuando tiene flor azul indica un suelo ácido, y cuando tiene flor rosa indica un suelo alcalino.