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Bondalti - Evolving Chemistry - Reportajes - El cloro contra las epidemias

En 1833, el cólera llegó a Portugal y se cobró 40.000 víctimas (más que la guerra civil entre liberales y absolutistas). La bacteria había entrado en Europa solo un año antes, proveniente del río Ganges, de la India, a través de las rutas comerciales. En 1832, causó 20.000 muertes en París y más de 6.500 en Londres. A esta primera oleada le siguieron otras ocho olas epidémicas, muy agravadas por el consumo de agua y productos frescos contaminados, la concentración de enfermos en espacios pequeños y la falta de higiene en general.

 

La última epidemia de cólera en Portugal se produjo en el verano de 1974 en Tavira. Según el semanario Expresso, se registraron más de mil casos, principalmente en Lisboa y Oporto. Los cuidados recomendados en aquella época no eran muy diferentes de los consejos proporcionados durante la pandemia actual de COVID-19: refuerzo de las normas de higiene, sobre todo el lavado de manos; cuarentena y aislamiento de los grupos de mayor riesgo. Además, en el caso del cólera, se recomendaba desinfectar los alimentos frescos y hervir el agua antes de consumirla.

La Química encontró la respuesta adecuada para combatir los brotes de cólera, tanto localizados como de carácter epidémico. La solución descubierta fue el Cloro. Su poder desinfectante fue descubierto durante una epidemia de tifus en Inglaterra a finales del siglo XIX. Sin embargo, fue a partir de 1902, en Bélgica, que se generalizó su aplicación y desde entonces se esparció por el mundo. 

El cloro tiene un fuerte poder residual, lo que garantiza que, después del tratamiento, el agua se mantendrá potable hasta su consumo. Incluso en caso de que haya problemas de higiene en las tuberías de transporte o los depósitos estén contaminados. A esta ventaja, que proporciona una seguridad adicional a los consumidores, se suma el hecho de que el tratamiento del agua con cloro es de bajo coste y fácil aplicación. 

 

El tratamiento del agua con cloro y sus derivados no ayudó solamente a combatir el cólera. También trajo otros beneficios. El poder del cloro sirve para exterminar a todos los agentes patógenos que puedan estar en el agua, como gérmenes, bacterias o virus. Por lo que su uso ha sido una gran ayuda para disminuir las infecciones de fiebre tifoidea, dengue, ébola, legionela, leptospirosis y diferentes tipos de hepatitis o gastroenteritis. En el caso del tifus, una enfermedad de carácter epidémico, el tratamiento de las aguas con cloro fue decisivo para su erradicación en Europa y en muchas otras regiones del mundo.

Pero el agua que sale de los grifos de nuestras casas no es la única que se purifica con cloro. Esta sustancia química también se utiliza para el tratamiento de aguas recreativas y deportivas, como piscinas, y en las plantas de tratamiento de aguas residuales. Su uso también es común en el tratamiento de aguas industriales y de refrigeración. 

 

En Portugal, el Cloro y el Hipoclorito utilizados para potabilizar el agua que consumimos en nuestros hogares y para purificar las aguas recreativas e industriales es producido por Bondalti, en el Complejo Químico de Estarreja, con las mejores tecnologías disponibles. Esto garantiza una producción ambientalmente responsable con altos estándares de Seguridad y Calidad.

La química, así como la evolución continua del conocimiento científico, ha sido decisiva para combatir las enfermedades que atormentaron a la humanidad hace varios milenios. Tal como está siendo útil en la pandemia actual de COVID-19: ¡el Cloro y el Hipoclorito que se están usando en todo el mundo para desinfectar las calles y superficies son la mejor prueba de ello!